Relatos: El 2º Hundimiento de la Atlántida...
Después de la muerte de Antulio, Hilkar de Talpakén enterró el cadáver del Maestro en el panteón sepulcral de su familia, pues era un príncipe de noble linaje y tenía poder para ello. La Escuela del Maestro fue clausurada por los sacerdotes, unidos a los poderosos magnates. Los alumnos se dispersaron y no quedo nada de la magnífica labor realizada por el maestro Antulio, de todo el bien y felicidad que el dio.
Poco después, llego el segundo cataclismo, que fue mucho más grave que el anterior. Solo quedaron tres islas. Se rompieron los dos istmos que comunicaban con las tierras de Oriente: Paso de los Titanes al Norte de la Atlántida con Europasia (actual Europa) y Paso de Mauritania por el sur.
Valle Grande fue invadido por las aguas y se formó un mar nuevo llamado Mediterráneo actualmente. Una parte de Mauritania, en la Atlántida, quedo separada, violentamente desplazada hacia el Oriente y se incrusto en lo que ahora es África. El Mar del Norte y el Mar del Sur, arriba y abajo del continente atlante, invadieron las tierras hasta quedar unidas las dos aguas en un solo océano que, ahora, se conoce como Atlántico porque, en todo el medio, estaba el continente desaparecido.
Los discípulos de Antulio fueron perseguidos y tuvieron que huir no solo para salvar sus vidas sino, principalmente, para llevar la enseñanza del Maestro Antulio a otros lugares del mundo. Un grupo de ellos se dirigió al país del Ática (Gracia actual). El primero en llegar fue Hilkar de Talpakén que, después de la muerte de Antulio, renuncio a sus derechos como príncipe heredero y se cambió el nombre por el de Daktylos, que significa “El ignorado”. Llego solo y conoció a cinco niños desamparados.
Cuatro discípulos se dirigieron a las tierras del Ganges y el Himalaya (la India). Diez de los más jóvenes tomaron rumbo hacia el país de Shior (Egipto) donde se encontraron con los descendientes de los Profetas Blanco de Anfión que hanian llegado con anterioridad, fueron bien recibidos y, todos juntos, dieron origen a la Gran Fraternidad de los Kobdas, que se prolongaría durante siglos hasta la época de Abel, en la cual resurgieron con mayor fuerza.
Luego que Antulio fue asesinado por los sacerdotes del Templo de Zeus, se desataron furiosamente los Elementos: Volcanes, terremotos, maremotos, inundaciones, como si la tierra protestara por tan inicuo y cruel trato al Mesías de este mundo. Los terremotos fueron mas intensos en Cerro Negro y Mauritana. El poderoso clero, unidos a altos personajes, seguía cometiendo toda clase de injusticias, atropellos e iniquidades. Por temor los habitantes de la Atlántida se sometían porque quienes caían en desgracia eran asesinados o tenían que huir precipitadamente para salvar sus vidas. La sociedad estaba muy pervertida y había un gran malestar en el ambiente.
Tres años después de ser envenenado el Maestro, comenzaron las aguas a desbordarse. Cuatro alumnos de Antulio entre los cuales estaba Adulik, acompañado de la madre del Maestro, Walkiria de Cerro de Oro, huyeron de la Atlántida en un Barco Mercante, hacia las costas del Mar Mediterráneo recientemente formado por la invasión de las aguas en la fértil región de valle Grande y llegaron al Ática cuya capital era Hisarlik, país civilizado y próspero en aquella época. Después, prosiguieron hacia las islas Casitérides (Escocia actual) donde se establecieron en un viejo castillo que compraron y, en ese lugar, vivieron once años con bastante tranquilidad.
El castillo era muy sólido, estaba construido sobre un peñón que desafiaba valientemente el viento, las olas. Por encontrarse a gran altura, no fue invadido por las aguas durante la inundación, que elevo el nivel del mar muy extensamente.
Mirando por un telescopio que allí estaba, vieron aterrorizados como se hundía la ciudad de Manha Ethel y la luz del faro que alumbraba a la entrada, comprendieron que la Justicia Divina había entrado en acción. Tan grande fue el impacto recibido que Walkiria se enfermó. Después de ese suceso, ya no quería permanecer más en ese lugar, por lo cual vendieron el castillo y se embarcaron hacia las tierras de Shior (Egipto) porque sabían que allí estaban los emigrados de los tiempos de Anfión y otros que llegaron después para refugiarse allí.
Como había cambiado la configuración geográfica debido a la catástrofe e inundación, el capitán del barco se desoriento en su ruta y no sabía a dónde llegar; pero, desviado de lo programado, los viajeros desembarcaron en una parte de África donde el peñón flotante, procedente de Mauritania, había encajado. Allí, estaban otros atlantes que salvaron milagrosamente sus vidas. Se quedaron en ese lugar por algún tiempo. Unidos en solidaridad común, construyeron sus cabañas en una planicie situada junto a un lago, en las faldas de un cerro. Como había mucho sol, llamaron a ese lugar “Solania”.
Seis años después de haber llegado, murió Walkiria y fue enterrada en ese lugar. Los cuatro discípulos cuyos nombres eran: Dorki, Tylo, Adulik y Audino, ya no se sentían bien allí por lo cual, decidieron embarcarse hacia Shior (Egipto) tal como lo habían pensado al principio, hacia años, con objeto de unirse a los hermanos que estaban en ese lugar. Esta vez el capitán del barco no se extravió en el mar y llego felizmente a su destino. Allí, se identificaron por medio de la Estrella de Cinco Punta que llevaban en el pecho y se reconocieron como hermanos.
Encontraron una aldea bien ubicada llamada Anfiona en honor al rey Anfión y se quedaron ayudando a los nativos, practicando la vida espiritual como preparación para propagar, después, la enseñanza del Maestro en otros lugares.
El discípulo de Antulio, Tylo, no estaba conforme con la vida que llevaba, ya que había conocido a Hilkar de Talpakén, tenia sueños en los que él le hablaba, presentimientos. Después de pensarlo mucho, comunico a sus amigos que deseaba ir en busca de Hilkar, hacia las tierras de Ática donde suponía que él estaba, para unirse a su labor en lo cual los tres estuvieron de acuerdo.
Tylo lo pensó mucho antes de decidirse a partir el solo en ruta incierta, con tantos peligros.
Después de despedirse de ellos con un fuerte abrazo, se embarcó hacia las costas del Mar Grande e insistió mucho en la búsqueda; pero no lo logro sus propósitos, porque desencarno luego de luchar con muchas dificultades y porque no estaba en ley de la manera como el lo pensaba; pero si lo pudo ayudar, después de volver a reencarnar como uno de los cinco niños desamparados que Hilkar de Talpakén protegió y ayudo con los cuales sentó las bases de la Gran Fraternidad de los Dáktilos, en el Montes de las Abejas de la antigua Ática.
Hilkar de Talpakén, además de Segundo Notario de Antulio, era su amigo y confidente. Lo acompaño en su muerte y escucho sus últimas palabras. Luego, lo sepulto en el panteón de su familia. Fue uno de los que más defendieron y propagaron la enseñanza del Maestro no solo en aquella vida sino en posteriores siglos y reencarnaciones.
Le juro solemnemente que mantendría encendida la antorcha de su luz hasta que, nuevamente, encarnara Antulio en el plano físico y así sucedió. Cuando Abel, acompañado de un grupo de Kobdas, fue a visitar a los Daktylos del Ática que estaban en el Monte Himeto, llamado Monte de las Abejas, encontró allí a un anciano relator entre los que lo estaban esperando y lo reconoció como Hilkar de Talpakén quien, en ese lugar, había reencarnado dieciocho veces para mantener encendida la antorcha de Antulio. Los dos se reconocieron y se abrazaron, vieron que se cumplió la promesa o pacto milenario que había tardado tanto tiempo pues, para llegar a ese reencuentro, pasaron 2.200 años.
Los Daktylos fueron los depositarios de la sabiduría de Antulio. Hilkar fundó una escuela de Sabiduría Divina como la que había tenido su maestro en la cual estuvo como miembro quien fue el poeta Homero. Tenían que encontrarse los Daktylos con los Kobdas de Abel para refundirse en una sola fraternidad, después de tan larga espera sosteniendo la luz del planeta sin desfallecer.
Luego del encuentro de Abel con los Daktylos, el invito a Hilkar a acompañarlo en su regreso a palestina e Hilkar accedió.